sábado, 19 de mayo de 2012

Décimo noveno día.

Puedo afirmar con toda certeza que los días lluviosos siempre me han inspirado. Eso y estar sola y amargada en casa. Bueno, no del todo sola. Mi gata esta aquí sacándome de mis casillas. La tengo de poco más de una semana y ganas de matarla no me faltan. Si no fuera por su temprana edad, juraría que está en celo. Dejando la gata a un lado , he de decir que me siento triste, deprimida, renegada y un largo etcétera. Mientras yo estoy aquí quejándome de mis dolores horribles de espalda y deprimiendome por la soledad , mi "querida" familia está comiendo fuera. Cuando les he visto a todos vestidos a punto de marchar, con mi mayor cara de sorpresa les he preguntado a dónde iban. Con toda la naturalidad del mundo me han dicho que van a comer fuera y que yo me puedo freír unos huevos más tarde si tengo hambre. Si no estaba ya bastante deprimida antes, lo estuve después de escuchar eso. Pensé, já ingenua yo, que después de mi intento fracasado de entrar en un estado de coma duradero , las cosas cambiarían un poco por lo menos. Cosa que para nada fue así. Recuerdo poco de ese día, pero sí recuerdo a mi madre aguantándome la mano en la ambulancia, temblando mientras pensaba mil motivos por los que hice eso. Por un momento me sentí querida, e ignorando el hecho de que estaba haciendo el esfuerzo de mi vida por no quedarme dormida, sonreí. Unas horas más tarde nos fuimos a casa y las cosas siguieron como siempre. Ella pasando de mi, yo llorando y cagándome en mi vida. Desde entonces tengo que admitir que tengo una rutina. Por las noches, antes de dormirme, rezo a Dios para que me haga el favor de no despertar en la mañana. Siempre despierto, así que toca rezar por la mañana.. rezar por tener fuerzas y aguantar todas las mierdas que recibiré ese día. Tampoco hace muy bien su trabajo ahí. Un millón de pensamientos suicidas pasan por mi mente a diario. Lamentablemente soy demasiado cobarde hasta para morir.

0 comentarios:

Publicar un comentario